Editorial

En los tiempos de crisis ambiental global que corren, que han sido descritos no sin crítica por muchos autores como el Antropoceno, la transdisciplinariedad es una obligación, ya que todo está tejido junto. La vieja separación entre la naturaleza y la cultura es cada vez más insuficiente en términos analíticos y prácticos, precisamente porque ha participado de los motores de las transformaciones deletéreas que sufrimos. De la misma manera, dividir el mundo entre objetos de indagación adecuados para ciertas ciencias, produciendo territorios privativos disciplinares, nos alejan del tipo de soluciones que aún deben ser diseñadas para responder a problemas que se resisten a ser solamente sociales o solamente naturales. Nunca ha habido tal cosa. Siempre hemos sido híbridos resultado de relaciones con animales, plantas, tecnologías y objetos, que a su vez emergen de formas particulares de las relaciones con lo que imaginamos es nuestra humanidad.

En Another science is possible: a manifesto for slow science, Isabelle Stengers, tal vez la filósofa de la ciencia más influyente de nuestro tiempo, se pregunta por la ciencia que aún es posible y necesaria para el mundo de hoy. El futuro que enfrentamos crea lo que Stengers llama, siguiendo a William James, una “opción genuina”, aquella que no se puede evitar porque no hay lugar para mantenerse al margen de las alternativas de consentir o negarse al desafío que ofrece. Para el científico esto significa abandonar la pretensión de no tocar o ser tocado por la realidad que está estudiando, implicado en el tipo de complejidades que caracterizan el mundo entretejido que habitamos y que tenemos que cuidar, restaurar y sanar. Stengers no propone que abandonemos la especialización que nos ofrecen nuestros métodos, aunque sí que abramos la posibilidad para escuchar preguntas desde más allá de los territorios separados que construimos desde hace tiempo y que nos impiden oír los alegatos de todos aquellos involucrados que, o no hemos considerado, o no hemos tomado en serio. La ciencia que aún es posible y necesaria, es una ciencia que no se defiende diciendo que sabe mejor o que sabe más solo por ser ciencia, sino aquella que abraza la incertidumbre radical de la tarea de crear el futuro. Ciencia con la habilidad de responder, incluso a las súplicas de aquellos que le recuerdan que puede que haya algo más importante que seguir sin más la tarea de avanzar el conocimiento.

La creación de un ambiente en el cual la ciencia deje de ser simplemente natural o social es aún una labor transdiciplinar y experimental. Sin embargo, basta echar una mirada a los contextos donde la ciencia se ve obligada a ofrecer soluciones para encontrar el tipo de tensiones, posibilidades, conflictos y acuerdos tentativos, a los que se ven obligados investigadores entrenados en sus particulares mundos de práctica. En este caso tampoco hay posibilidades de sustraerse de las “opciones genuinas” que la práctica cotidiana depara.  

Ese es precisamente el espíritu que motiva la investigación social en un instituto de investigación de recursos naturales. Los artículos que se incluyen en este número de Biodiversidad en la Práctica son una muestra del trabajo de varios investigadores del Programa de Ciencias Sociales y Saberes de la Biodiversidad del Instituto Alexander von Humboldt. El lector encontrará propuestas sólidas que entretejen las usuales dicotomías que separan las ciencias. El trabajo de Carolina Ángel Botero, por ejemplo, muestra la manera en la que la biodiversidad y la justicia transicional emergen juntas en ciertos arreglos donde la ciencia contribuye a hacer un país en transición hacia la paz. Con herramientas muy distintas, Osejo y colaboradores analizan los desafíos y potencialidades del marco normativo que rige el uso de los páramos en Colombia, cuya aparición transformó muchas de las relaciones que la gente sostiene con estos territorios, abriendo un campo de posibilidades y conflictos cuyos resultados aún son difíciles de prever. Finalmente, el artículo de Martínez, Waldrón y Pastas propone un análisis a las asimetrías usuales con las que usualmente se piensan los conocimientos no científicos a partir de la idea de lo local. A su manera, y mostrando una vital diversidad metodológica y analítica, los tres documentos aportan a complejizar muchos de los elementos que participan de la biodiversidad nacional, que también es bastante social, sin que eso quiera decir que ha dejado de ser natural. Biodiversidad atravesada por marcos normativos y transformaciones políticas, comprendida desde diversas maneras de conocer, aunque embebidos en relaciones desiguales de poder.

Feliz lectura.

Santiago Martínez Medina
Talía Waldrón
Olga Lucía Hernández Manrique
Felipe García
Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, Colombia