El presente número de Biota Colombiana aparece en uno de los momentos más importantes de la historia de Colombia. Millones de ciudadanos se han lanzado a las calles y a las plazas a exigir un nuevo país, un nuevo contrato social que permita construir una sociedad más justa, más armónica consigo misma y con la maravillosa naturaleza de nuestro país.
Esta insurrección no puede ser ajena a la actividad de nuestra revista: gran parte de los artículos que publicamos en Biota Colombiana no pasarían de ser meras curiosidades académicas, si se mantuviese el actual escenario de devastación de nuestra naturaleza, como consecuencia de la desigualdad social.
La perspectiva de utilización de los frutos silvestres de Colombia, por ejemplo, que hemos escogido como el tema de portada de este número, depende, en gran medida, de la construcción de una sociedad diferente a la actual. De hecho, en ese artículo se muestra cómo el uso y conocimiento de muchas frutas silvestres se ha perdido ante el avance de productos comerciales que las reemplazan, poniendo en peligro la supervivencia de las especies y la seguridad alimentaria de las comunidades rurales.
La caracterización de las mariposas y las aves, los peces, los reptiles y los mamíferos de diversas regiones de Colombia, por mencionar solo algunos de los temas que tratamos en el presente número, deben servir para proteger a esos grupos de organismos y a los ecosistemas que los albergan. Y esa protección del tejido de la naturaleza no podrá darse sin una transformación profunda del tejido social de Colombia. Por ahí debemos comenzar.